miércoles, febrero 02, 2005

Imbolc

Definitivamente escribo cada sabbat. El tiempo se me ha ido volando de nuevo y ya estamos en febrero. Estoy con las prisas habituales de los reportes de fin de año y con los proyectos del nuevo. Espero que este año siga tan retador y divertido como lo ha sido en estos meses. No me puedo quejar, tengo oficina nueva, que ya estoy decorando y muchas actividades que me alejan de los malos pensamientos.

Y por si fuera poca la nostalgia del paso del tiempo hoy me encontre este poema que salía en El lado oscuro del corazón:

No se, me importa un pito que las mujeres tengan
los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz
que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias;
¡pero eso si! - y en esto soy irreductible-
no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!

Está fue - y no otra- la razón deque me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Que me importaban sus labios por entregas
y sus encelos sulfurosos?
¿Que me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronostico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese,
volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
" ¡María Luisa!¡María Luisa!...y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, acualquier parte.
Durante kilómetros de silencio
planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
comodos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Que delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando las estrellas!
¡Quevoluptuosidad la de pasarse los días entre lasnubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer a una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿ Verdad que no hay una diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centimetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo